El viaje de una escritora que descubrió la abrosexualidad después de tres décadas

La sexualidad es un aspecto profundamente personal y en constante evolución de la vida de cada individuo. Para algunos, la atracción romántica y sexual puede mantenerse estable a lo largo de los años, mientras que para otros esa atracción cambia con el tiempo de manera inesperada. Ese fue el caso de la escritora Emma Flint, quien tras más de 30 años de dudas y autodescubrimiento, logró ponerle nombre a su experiencia: se reconoció como abrosexual.

Flint, una autora y periodista freelance de Inglaterra, relató en un artículo personal cómo su percepción de sí misma atravesó distintas etapas. Durante un tiempo estaba convencida de que era lesbiana, en otro período sentía atracción por los hombres, después atravesaba lapsos en los que no experimentaba interés por nadie, y luego volvía a experimentar deseos que parecían contradecir lo que había sentido antes. Esta serie de giros constantes la hacía sentir “perdida” e incluso una “impostora” frente a su círculo cercano.

La clave de su búsqueda apareció cuando, navegando en foros en línea, se encontró con el término abrosexual. Allí descubrió que no era la única en experimentar una atracción fluctuante, que puede variar de un género a otro, o incluso desaparecer y reaparecer con el paso de los días, semanas o meses. “Por primera vez me sentí vista”, escribió.

La abrosexualidad es una identidad dentro del espectro LGBTQ+ que se caracteriza por esa fluidez particular. A diferencia de otras etiquetas que señalan de manera más directa la orientación hacia un género específico, este término pone el foco en el cambio constante de la atracción. Según portales especializados en salud y bienestar, una persona abrosexual puede pasar de sentirse atraída por un género, a experimentar deseo hacia varios, o incluso a no sentir interés sexual durante un período de tiempo.

La historia de Emma es un reflejo de cómo el lenguaje y la representación pueden ayudar a comprenderse a uno mismo. Para ella, encontrar esta palabra fue un alivio que le permitió dejar atrás años de incertidumbre. Sin embargo, también admitió que no siempre recibe comprensión. “Aun después de explicarlo, hay quienes insisten en que debo ‘elegir un bando’, como si mi identidad dependiera de encajar en sus categorías”, señaló.

Un aspecto relevante de la abrosexualidad es que no sigue un patrón rígido. Puede manifestarse de distintas maneras: desde cambios diarios en los que una persona un día se siente atraída por hombres y al día siguiente por mujeres, hasta transformaciones más graduales en las que la atracción se redefine a lo largo de semanas o meses. También pueden presentarse períodos en los que la atracción disminuye casi por completo, para luego regresar con una intensidad distinta.

La propia Emma resume su experiencia en una frase que refleja su manera de ver las relaciones: “Amo a la persona, más que a su género. Mi sexualidad puede fluctuar, pero eso no cambia lo que siento por quien está a mi lado”. Con estas palabras, invita a repensar la idea de que la identidad sexual debe ser fija o definitiva.

Su testimonio subraya que el autoconocimiento es un proceso en constante movimiento. Así como otros aspectos de la vida evolucionan con la edad, la sexualidad también puede hacerlo. “Todos aprendemos cosas nuevas sobre nosotros mismos, esa es la esencia de crecer”, reflexiona la escritora, quien espera que la abrosexualidad sea reconocida y respetada como una identidad más dentro de la diversidad humana.

La historia de Emma Flint es, en definitiva, un recordatorio de que cada vivencia es única y que el simple hecho de tener un término para describir lo que sentimos puede transformar la forma en que nos percibimos. Para muchas personas, encontrar esa palabra es el primer paso hacia la aceptación personal y hacia un camino más libre de prejuicios.

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